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lunes, 7 de mayo de 2012

El cuento en latinoamérica


El cuento en latinoamérica



La Sequía, Carlos Salazar Herrera

Clarisa, Isabel Allende

La Casa de Asterión, Jorge Luis Borges

Introducción

El cuento oral es tan antiguo como la humanidad, no así el cuento literario que es de procedencia oriental.

El vocablo cuento proviene de contar, lo que se dice a viva voz. De aquí se deriva el cuento popular, que era también anónimo, extenso, con numerosos personajes, tramas complejas, y efectos múltiples. Y sobre todo, con desenlaces inesperados.

Características del Cuento Literario:

Es narrativo, cuenta algo.
Es una narración fingida en todo o en parte; es ficción o invención literaria, aunque puede apoyarse en hechos reales o que hayan ocurrido en la realidad y que, inclusive, forman parte de la experiencia misma del autor.
Es creación legítima de un escritos, quien lo hace llegar al lector por medio del narrador.
Es corto o breve, se desarrolla en pocas páginas.
Tiende a producir un solo efecto en el lector; el autor se interesa por un tema principal y no aprovecha los temas menores que la narración pueda sugerir.
Configuración del mundo ficticio mediante elementos diversos: ambientes, épocas, personajes. Esto justifica la necesidad de emplear distintas formas de expresión.
El narrador cierra el desarrollo de su tema central mediante un oportuno desenlace, el cual, según el caso, puede resultar esperado o inesperado.
El cuento no es una simple sucesión de anécdotas contadas, sino una síntesis superior en la cual se relaciona íntimamente la invención narrativa (fábula) con una novedosa invención idiomática (el estilo literario).

Los tres planos principales de su estructura son:

El estrato del mundo narrado: el hecho, suceso o acontecimiento narrado, con sus episodios o incidentes. De este nivel se desprende el tema central.
El estrato del contenido: este configura una imagen novedosa y una interpretación original de la realidad (ficticia) expresada en el mundo narrado.
El estrato de la expresión: es por intermedio de la expresión lingüística del tema y del mundo representado, que se objetiva ante el lector la realidad del mundo narrado y éste adquiere significado y vida propia.
Los cuentos La Sequía, La Casa de Asterión, y Clarisa, aquí analizados, son representativos de la literatura latinoamericana. Están escritos respectivamente por un costarricense, un argentino, y una chilena.

Se tendrá como objetivo el conocer los datos de la vida de cada autor, así como el análisis profundo de la estructura de cada relato.

El cuento y el realismo en Costa Rica: Carlos Salazar Herrera

(1906-1980)

La literatura costarricense nace con el realismo en los últimos años del siglo XIX, y a principios del XX. Las características básicas de este género son:

Comienza en 1830.
Empiezan a darse las primeras denuncias sociales.
Copia fielmente de la realidad.
Los personajes de clase media baja pasan a ser importantes en el relato.
Se censuran los vicios de la época
Lenguaje popular
Trata de ser objetivo en la presentación del mundo narrado, y descripciones detalladas.
Al ser Costa Rica país un medio social pequeño, el pueblo ha logrado cierta madurez que le permite expresar sus acontecimientos y emociones. Desde sus comienzos a finales del pasado siglo la crónica, el cuadro de costumbres, y el cuento han adquirido importancia. Se distinguen nombres como Carlos Gagini, Manuel González Zeledón, Ricardo Fernández Guardia que por esta época empezaron a construir los primeros pilares de la literatura. Además de ellos –considerados pioneros- se destacan: El trabajo de Fabián Dobles en "Historias de Tata Mundo" y el de Jorge Montero Carvajal con "Alpairo". En el campo de las narraciones infantiles sobresales María Isabel Carvajal (Carmen Lyra) con "Los Cuentos de mi Tía Panchita", Carlos Luis Sáenz, y Lilia Ramos. Carlos Salazar Herrera es considerado uno de los más destacados bajo este campo.

Nació en San José el 6 de setiembre de 1906. Aquí realizó sus estudios de enseñanza media y básica. A los catorce años obtiene su primer galardón por su ensayo "El café". Desde su adolescencia presentaba aptitudes para la literatura y el dibujo. En 1928 participó en un concurso donde presentó su tesis por la renovación artística costarricense, y ese mismo año gana un accésit por su relato "La Piedra de Toxil", en un certamen literario organizado por la Editorial Costa Rica. Se inclinó por el dibujo, y fue nombrado en 1942 profesor de esta materia en la Universidad de Costa Rica. Posteriormente, en 1958, se le nombra como Vice-decano de esta misma facultad, cargo que lo desempeñó por dos años.

En el año de 1930, comienza a trabajar en el Repertorio Americano, donde publica más de veinte cuentos cortos. Hacia 1934, Salazar Herrera empezó a grabar cedros, caobas, y otras maderas. En 1935 obtuvo por su escultura "Motivo" la Medalla de Plata de la Exposición de Arte Centroamericano.

Publicó algunos cuentos en el Repertorio Americano. Escribió en 1947 "Cuentos de Angustias y Paisajes", ilustrado por grabados de madera realizados por él mismo.

Es nombrado director de la Radio Universidad en el año 49, y en 1961 obtiene un premio por su cuento "El raudal" en Quetzaltenango, Guatemala. En 1965 se le reconoció el Premio Magón Además, en 1975 publicó "Tres Cuentos", donde cambia la forma de sus relatos pasados. Muere de vuelta en la ciudad que lo vio nacer en 1980.

En sus expresiones literarias, se encuentra la representación de lo costarricense: hombre, acontecimiento, y paisaje. A la vez, logra infundir la universalidad expresada a través de la sensibilidad.

La obra de Carlos Salazar Herrera se considera dentro del realismo. Refleja paisajes, sociedades, y lenguajes de diferentes regiones de Costa Rica. En ellas se da la materialización, que da como producto figuras como la metáfora, con fondo impresionista. Las emociones aparecen como entidades precipitadas.

El paisaje encuentra gran aceptación en sus escritos. Las ciudades del Valle Central son descritas cuando anochece vistas desde arriba como "estrellas caídas del cielo" (La Trenza). Las regiones como el Cerro de la Muerte o Santa María de Dota son descritas con el frío y la recia vegetación, así como las llanuras con la selva sofocante ("…que había puesto su rancho en un claro de la selva…", El Temporal). En El Estero describe escenas de Puntarenas ("…Algo lejos, sobre una panga volcada bajo un almendro…", "…descascaraba unos palos de mangle sobre una horqueta…").

Las características realistas de los cuentos de Salazar se reflejan con los diálogos campesinos. Evita la aglomeración de términos regionales y la exageración fonética. Se refleja bastante el sentir y el alma en el habla del pueblo campesino de nuestro país.

Sin embargo, en sus diálogos, reproduce con exactitud la fonética y la sintaxis del campesino. Un ejemplo de esto lo encontramos en La Calera: "- Bueno Eliseo, ¿Qué vamos hacer? Voyir haciendo viaje, pues."

Los Cuentos son pequeñas escenas en conjunto que provienen de una cotidiana realidad costarricense. Los asuntos planteados resultan insignificantes, pero son presentados artísticamente y con cierta indiferencia. Su objetivo fue mostrar la contingencia del ser humano y su dolor. Lo cotidiano y que conmueve con su singular pequeñez, es el argumento de la mayoría de los cuentos de Salazar Herrera.

El autor siempre demuestra un especial empeño por destruir, con ironía, el misterio de lo sobrenatural. Algunos cuentos que pueden servir de ejemplo para este caso son La Bruja y Una Noche.

El narrador es un testigo del relato que el personaje le refiere en su propia circunstancia. "Es una forma de introducir en escena, con gesto cordial, a hombres y paisajes, mediante la ficción de lo realmente vivido". Si se analiza la prosa utilizada por el autor para el narrador, se descubre que su labor poética es singularizadora. Reprodujo lo que se veía con una percepción artística. Habla con sorpresas, con símbolos, y mezclando el alma con el paisaje. Se considera a la misma vez que la obra de Salazar resulta tanto poética como narrativa, "por todos esos procedimientos (poéticos, expresivos, singularizadores) y formas que "colorean" sus cuentos, hasta tal punto de que algunas de sus narraciones se acercan mucho a lo que se ha llamado "poema en prosa", aunque el valor argumental de la mayoría de ellas los sitúan justamente entre lo que se considera cuento".

Los personajes de Salazar Herrera son pasivos y débiles. Se impresionan con facilidad por el mundo exterior. Ellos personifican el binomio que conforma el título de la obra (Angustias, que es una parte negativa del humano, y paisajes, que definen el destino de los personajes). Dos ejemplos válidos para la derrota del hombre ante la naturaleza (el paisaje decide la suerte de los personajes) se dan con "El Camino" y "El Temporal". Estas personajes se rinden ante su entorno, y se entregan resignados a la indiferencia del paisaje, rasgos del impresionismo.

Aunque en la mayoría de los relatos predomina un patrón negativo, El puente, La ventana, y El novillo se deben de tomar en cuenta como los cuentos con final positivo (aunque exista angustia como parte del fondo). Los Cuentos de Salazar Herrera son dominados, como el título dice, por la angustia.

La Sequía

La sequía encierra la historia de una pareja india sufriendo la tristeza de la sequía. No llovía, y la india compañera trataba de hablarle al indio, completamente taciturno, sentado como un "tocador de ocarina". Luego, la india decidió huir del rancho. La india comparaba la relación de una pareja de manigordos del bosque, la cual había observado tiempo antes. Comparaba esta relación con la de su compañero y ella, y solamente "La india vio que el indio no era así."

La india sabía que estaba por tener a un hijo y no le había dicho a su compañero. Se devolvió al rancho para contarle. El indio había permanecido en su posición.

La india llegó y se lo contó. El indio se alegró, y quiso abrazarla y reír, pero no pudo. La india decidió salir y huir. El indio la quiso llamar, pero no pudo gritar ni levantarse. Finalmente, empezó a llorar, viendo "…la figura de la india huyendo del silencio."

El tiempo en esta narración es cronológico pues los acontecimientos se dan en un orden lineal. Aunque se considera que la angustia del indio, pensando en la posibilidad y después en la certeza de que su mujer lo dejaría, dejan indicios de un tiempo psicológico.

Estructura y personajes

El escenario en este relato se caracteriza por ser una selva en estado de sequía completa. La cita textual que describe totalmente el escenario es la siguiente: "…Cayeron las hojas de los árboles grandes. La tierra y el sol se bebieron el río. Hojas, hojas, hojas. Amarillas las hojas que no pudieron sostenerse más. Hojas secas en todos los rincones de la selva. Secos los bañaderos de los chanchos y el sexo de las flores. Sin agua los bejucos de agua y la costadura de los arroyos. Secas las narices de los animales… Un corazón y secándose otro".

En el elemento de los personajes, encontramos al indio (principal). Es una persona consumida en la desgracia. Salazar lo caracteriza como un vegetal seco sin vida, echando raíces hacia la tierra seca. Lo compara con un elemento adicional del paisaje grotesco que produce una sequía total en la selva. Cuando la india le cuenta que espera un hijo, se llena de emoción y alegría, pero no la pudo expresar. El indio manifiesta la pasividad y el silencio.

La india (secundaria) es el contraste entre la sequedad de la montaña y la esperanza, pues lleva a un bebé en su vientre. Intentó acercarse a su marido y hablarle, pero su marido se mantuvo igual de mudo y encerrado en sí mismo. Aún estimaba a su compañero y no deseaba dejarlo. Quería que el bebé tuviera un padre amoroso con quien compartir su vida, pero decide finalmente marcharse de su esposo para siempre.

Estructura Interna

Introducción

Se presenta al indio y se describe la naturaleza de este personaje: sus características de sequedad y sus toscas conexiones con el mundo que le rodea. Al introducir a la india, se da un reflejo entre ésta y la sequía.

Desarrollo

Se acerca la india a su compañero, pero como ella suponía, sigue sin hablarle. La mujer huye. Se compara la senda que recorrió la india con la vida y se describen las razones de por qué la india huyó de su hombre.

Conclusión

En la parte final, encontramos a la india arrepentida de huir y volviendo a su compañero para informarle de su embarazo. Pero la reacción del indio ante esto fue no más que interior y sigue igual que siempre, por lo tanto, la india parte. Se compara su partida con la fe y la esperanza de vida del indio, viéndolas irse para siempre.

Con respecto a la realización del género literario, cabe destacar que se cumplen con todas las características fundamentales de este género. Hay pocos personajes (solamente la india y el indio), es corto (se desarrolla en pocas páginas y se puede leer en muy poco tiempo), y se da obviamente una descripción detallada usando metáforas como la del indio comparado con una escultura. Además, relata lo sucedido a una pareja de indios (el rompimiento de su unión), y esta situación es objetiva, por lo tanto es factible de haber sucedido o suceder.

Temas abarcados

La comunicación en una pareja es fundamental para su unión y su amor. El indio no responde, no le habla a su compañera, aún sabiendo que ella irá a tener un bebé. Ella piensa que ya no la quiere, por eso huye. Por lo tanto, la india huye de la indiferencia y el silencio para así evitar que su hijo experimente el rechazo por parte de su padre.

Esta situación refleja las relaciones de parejas que, por falta de comunicación por uno de los cónyuges, deciden efectuar una separación.

Jorge Luis Borges

(1899-1986)

Escritor argentino, hijo de Jorge Luis Borges y Leonor Acevedo, que nace en la cuidad de Buenos Aires el 23 de agosto de 1899, en la casa familiar de la calle Tucumán.

Su familia se muda a una casa mas amplia, en 1901, ubicada en Palermo.

En 1906 Borges comienza su a estudiar ingles guiado por una institutriz británica , miss Tink. Tres años después lo envían a la escuela primaria, al cuarto grado, aunque su padre desconfiara de la educación publica. en la escuela es signo de burla para sus compañeros por sus lentes, cuello y corbata estilo Eton.

En 1914, su padre (Jorge Guillermo Borges) se jubila y junto con su familia viaja a Europa y se establecen en Ginebra, donde Jorge Luis Borges cursa tres años de bachillerato en el Lycée Jean Calvin y estudia francés y alemán(esto le permitió ampliar sus lecturas).

En 1919, después del fallecimiento de su abuela materna se mudan a Italia y luego a España don de forma parte del movimiento ultraísta (Movimiento poético surgido en 1918 que agrupo a poetas españoles y latinoamericanos y que tendía a una renovación radical del espíritu y de la técnica. Tomo su nombre de la revista Ultra)que luego encabezaría en Argentina.

En 1921, regresa a Buenos Aires, donde comienza publicar sus primeros libros (de todas sus obras hay un recuento por año al final de esta pequeña biografía) y a colaborar con revistas literarias y periódicos.

En 1937, Borges consigue un empleo en la biblioteca municipal Miguel Cané, catalogando libros. En su tiempos libres escribe sus primeros cuentos.

En 1938 muere su padre, de un ataque de hemiplejía.

En 1946, tiene que renunciar a su empleo en la biblioteca al subir al poder Juan Domingo Perón y para su sustento da conferencias en Buenos Aires y Uruguay.

En 1955, es nombrado Director de la Biblioteca Nacional (después del derrocamiento de Perón) y es nombrado miembro de la Academia Argentina de Letras.

En 1956 recibió el Premio Nacional de Literatura y un Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Cuyo. Desde esta fecha los oftalmólogos le prohiben la lectura y son sus amigos junto con su madre quienes toman lo dicta(en otras palabras quedo "ciego").

En 1961 recibe el Premio Fomentor, el cual comparte con Samuel Beckett, que les es otorgado por el Congreso Internacional de Editores, es este reconocimiento el que lo promociona internacionalmente y es así como en 1963 va a Europa(por tercera vez) y da conferencias en Escocia, Inglaterra, Francia, Suiza y España. En 1964 la editorial L´Herne de París, publica su obra con criticas hechas por personas de diferentes continentes.

El 21 de septiembre de 1967 se casa con Elsa Astete Millan, quien lo acompaña cuando va a la Universidad de Harvard a dar un curso, pero de quien se separa tres años después

En 1975, con noventa y nueve años, fallece su querida madre.

En estos años realiza muchos viajes y recibe muchos premios y galardones muy importantes, como lo son:

Varios Doctorados Honoris Causa
Premio Cervantes(1979)
La Orden Bernardo O´Higgins, en Chile
Las llaves de la cuidad en Bogotá
La Orden del Mérito, Alemania
La Cruz del Halcón islandesa
Siempre lo acompaño María Kodama con quien se casa un poco antes de morir.

El 14 de junio de 1986, muere en Ginebra y sus restos están en el cementerio de Pleinpalais.

Longevidad a través de los sueños


Longevidad a través de los sueños

Algunos medios sensacionalistas de México soltaron las riendas a su espíritu amarillo. No obstante, entre los desperdicios de imágenes, voces y papel, un saber estar atrajo nuestra atención. Las reacciones de Santiago Velarde, ante el acoso de la prensa local, no fueron las de un niño asustado, sino las de un hombre equilibrado. Su autenticidad no se sostenía tanto en las palabras que utilizaba como en su tolerancia para sobrellevar la estupidez ajena. La Pastilla Rosa lo invitó a conversar. He aquí un adelanto que ampliaremos en nuestro próximo número.

Santiago atribuye su madurez a las experiencias que vivió en sueños y que recuerda al dedillo: anécdotas de colegial, la carrera que estudió en la universidad, los detalles de sus noviazgos, la paternidad que asumió a sus hipotéticos 33 años, los domingos en el huerto de Sopocachi, las frases de los libros que lo emocionaron, los contratiempos, los tiempos, sus cumpleaños.
Santiago Velarde Paz, a sus siete años, aparenta ser un hombre con mucho recorrido. Al despertar el pasado 17 de julio, comenzó a hablar como si fuese alguien distinto al que se había ido a dormir la noche anterior. Sus padres, desconcertados, recurrieron a especialistas de toda clase, desembocando en las manos del obispo Jacinto Menéndez Pozuelo, quien propuso un exorcismo. Camino a la iglesia, se arrepintieron. Dieron fe al amor por su hijo.

¿Soñaste dentro de ese sueño?
Soñaba cada noche. En uno recurrente tenía un hermano, Gonzalo. Vivíamos en un barrio llamado Lavapiés, donde personas de diferentes razas hablaban idiomas evocadores. Nos gustaba jugar a entender lo que decían.

¿Alguno de esos sueños fue tan real como en el que creciste?
Me ocurrió varias veces y, al despertar, nadie se asombraba. Incluso soñé dentro de esas realidades, pero prefiero no ahondar en ello porque sé que la comprensión nace de compartir, al menos, un indicio sobre lo que se habla. De lo contrario, las palabras se quedan en el asombro o en la incredulidad —sus ojos se tornan traviesos, asumiendo la compleja digestión de su caso.

Entonces, se podría decir que tienes más de cien años.
Cien, doscientos, mil; para qué contarlos. Las estaciones tienen un sentido, los años no. La carne envejece sólo en el tiempo destinado a la carne, que es el de las estaciones. Las fechas son un invento como los marcadores en un partido. Prefiero jugar sin distraerme en  banalidades. Se tiende a buscar la longevidad en ese tiempo lineal cuando es tan simple encontrarla a lo ancho, a través de los sueños.

¿Qué sentiste cuando despertaste este 17 de julio?
Normalidad, hasta que me consideraron extraño. No puedo olvidar lo que he vivido, y tampoco quiero. Quizá, mi único consuelo, dentro de este espacio que comparto contigo y con mis padres, es que mis errores los han pagado seres relativamente imaginarios. Lo aprendido será un regalo para quienes compartan mi futuro no sólo de carne y hueso. Me queda mucho por soñar.

Variaciones sobre temas de Murakami y Tsao Hsueh-Kin


Variaciones sobre temas de Murakami y Tsao Hsueh-Kin

Tryno Maldonado (México)

Llegado el Año de la Rata, nació la única hija del Emperador. Su nombre estaba compuesto por el hermoso carácter Hui de brillantez, de trazos simétricos, y por el complejo y poco armonioso carácter Ying, de inteligencia. En el Imperio fue conocida la habilidad profética de Hui Ying desde su niñez, cuando, a manera de un presagio de esos que más valdría soterrar sin miramientos de especie alguna, soñó con la muerte de su padre el mismo día que esta tuvo lugar.
Había rebasado la noche su medianía cuando irrumpió el tozudo picoteo de un pájaro desde el alféizar de la ventana. Gobernada por el entusiasmo que en ella siempre avivó el noble arte de la contemplación de las aves, la pequeña Hui Ying intentó espiarlo con el rabillo del ojo, desde su lecho, con somnolencia. El pájaro había desaparecido. A la niña, aunque llena de decepción, poco le costó recuperar el sueño. Minutos después, cuando el picoteo volvió a resonar, abrió los ojos como cedazos, con los reflejos azuzados por la reiteración de aquel sonido monofónico. Esta vez tuvo más suerte: pudo avistarlo al fin, con auxilio de una luna estival que se recortaba en un cuadrado perfecto al empotrarse en la ventana. Procurando no ahuyentar al pájaro de raros colores, con los pies desnudos, se espabiló y fue en busca del libro de aves ilustrado, obsequio de su padre; estaba segura de que con la ayuda de este conocería la identidad del
visitante. Empero, cuando Hui Ying volvía abrazando el pesado tomo con exultación, el pájaro emprendió el vuelo para irse a posar en la rama de un roble cercano. Acodada sobre el reborde con ayuda de un banco y empeñando toda su atención en la empresa de atisbarlo, la niña cayó en la cuenta de la aproximación de dos hombres enfundados en negro que, avanzando entre los árboles del majestuoso jardín, le huían a la luna con sigilo. Lo que Hui Ying menos deseaba era ser sorprendida despierta a mitad de la noche; desistió de sus intenciones, abandonó el libro de aves y se dispuso a la reconquista del sueño. Pronto fue anquilosada por un nuevo sonido, proveniente del jardín. Se trataba del crepitar de una pala hundida repetidas veces en la tierra, como pudo comprobarlo al volver a encaramarse a la ventana con discreción. Uno de los dos hombres cavaba un agujero dentro del diámetro dominado por las raíces del roble en que el pájaro de
colores extraños se fue a ocultar; el otro hombre, un tanto más robusto, escrutaba los alrededores con un bulto pardo entre las manos. Nada que se fraguara a esas horas y de la manera clandestina en que aquellos dos lo hacían podría ser bueno, pensó Hui Ying; algo siniestro había detrás de todo eso, sin duda. Cuando el hombre de la pala consideró que el hoyo era lo suficientemente profundo, el segundo introdujo el envoltorio que sostenía con cuidado casi devoto para zanjar luego, entre ambos, con mayor prisa y descuido que en un principio. La niña supo que no debería haber participado de aquella escena, pues el simple hecho de presenciarla, aun sin ser vista, la cubría con la misma capa de complicidad bajo la que se arrebujaban las dos sombras al pie del árbol.
Tras la huida de los improvisados enterradores, Hui Ying sintió que el corazón le reventaría en cualquier momento para convertírsele en partículas que le obstruirían las venas hasta cortarle la circulación. Una parte de ella se encontraba inmóvil y le rogaba tumbarse a reconciliar el sueño, que olvidara todo lo ocurrido; la otra, en cambio, la urgía a salir corriendo al jardín y desenterrar el misterioso bulto antes que alguien más, quizá un hipotético ladrón noctámbulo que hubiese observado todo desde el principio, fuera a la caza del tesoro, dejándola con nada más que un palmo de narices. Presa de toda suerte de cavilaciones de este tipo, los minutos se sucedieron pasmosos para Hui Ying. Al final, más avanzada la noche, decidió escabullirse, con el roble como meta, reparando a cada paso en el silencio de su marcha y en la completa soledad de esa porción del jardín. Un cosquilleo de jejenes la recorrió desde la punta de los pies,
y una sensación nueva y aterradora se apoderó de su minúsculo cuerpo: creía desprenderse del mundo real, como si existiera un afuera y un adentro, muy similar a lo experimentado al sumergirse en un estanque para mirar la realidad desde allí. Hui Ying fue atacada por un horror carnívoro que no aceptaría símil en el animal más salvaje siquiera, un horror que ni las almas condenadas hubiesen podido llevar a cuestas de aquella noche en delante de haber visto lo que la pequeña. Sintió desfasarse de sí misma. Luego de achicar la tierra del somero hoyo valiéndose de sus minúsculas manos, desplegó el pañuelo tinto en carmesí que hasta entonces había envuelto la cabeza recién mutilada de su padre, el Emperador.
Hui Ying, sin comprender el sentido de su hallazgo, tiró aquella cabeza, como el objeto inanimado en que se había vuelto, para desandar aprisa sus huellas, cubierta por un terror despiadado. La abatieron unas ganas vehementes de dormir. Cifraba sus esperanzas en una lógica imbatible que le indicaba que solo así, volviendo al sueño primigenio, podría liberarse de la pesadilla a la que había sido atada. Pero cuando Hui Ying volvió a su lecho lo encontró ocupado; sobre este, para sorpresa suya, dormía con placidez una niña de la misma estatura, quizá de la misma edad. La rodeó, guardando íntegro el silencio, y, cuando la tuvo frente a sí, reparó durante un momento en el rostro de la extraña: obtuso, ictérico, como el suyo. Quien descansaba sobre su lecho era ella misma. Hui Ying, con un llanto de rabia por la flagrante intromisión, comenzó a darle de empellones a la extraña hasta ponerla casi en el frío del suelo. La simple idea de que
su identidad hubiese sido víctima de un latrocinio le aturdía sobremanera, como quien, sin saberse depositario, escuchara una extraordinaria revelación. Pronto comprendió que ella misma no era más que un sueño, solo un sueño de la Hui Ying real, la que dormía, como en la vieja parábola de la liebre y el espejo. Se había desprendido de su cuerpo en alguna escena de la terrible mascarada llevada a efecto, y supo así de la necesidad de volver a su recipiente original lo antes posible. Pero ¿cómo? ¿Y si jamás pudiera volver a su cuerpo?
Cuando el sol incendió la atmósfera, el pueblo despertó con la trágica nueva del asesinato del Emperador a manos de dos sicarios. Los asesinos habían sido cogidos en su escapada y serían inmolados en público al atardecer, como marcaba la costumbre. Una vez confesaron sus métodos bajo la tortura de uno de los capitanes, el roble fue arrancado de raíz. Sin embargo, jamás se encontró la cabeza del Emperador.
Horas más tarde, en medio de la batahola que tomaba por sustancia el desconcierto y la incertidumbre del Imperio, alguien reparó en la ausencia de la única hija del Emperador. Su nombre estaba compuesto por el hermoso carácter Hui de brillantez, de trazos simétricos, y por el complejo y poco armonioso carácter Ying, de inteligencia. En el Imperio fue conocida la habilidad profética de Hui Ying desde su niñez, cuando, a manera de un presagio de esos que más valdría soterrar sin miramientos de especie alguna, soñó con la muerte de su padre el mismo día que esta tuvo lugar.
Había rebasado la noche su medianía cuando irrumpió el tozudo picoteo de un pájaro desde el alféizar de la ventana. Gobernada por el entusiasmo que en ella siempre avivó el noble arte de la contemplación de las aves, la pequeña Hui Ying intentó espiarlo con el rabillo del ojo, desde su lecho, con somnolencia. El pájaro había desaparecido. A la niña, aunque llena de decepción, poco le costó recuperar el sueño. Minutos después, cuando el picoteo volvió a resonar, abrió los ojos como cedazos, con los reflejos azuzados por la reiteración de aquel sonido monofónico. Esta vez tuvo más suerte: pudo avistarlo al fin, con auxilio de una luna estival que se recortaba en un cuadrado perfecto al empotrarse en la ventana. Procurando no ahuyentar al pájaro de raros colores, con los pies desnudos, se espabiló y fue en busca del libro de aves ilustrado, obsequio de su padre; estaba segura de que con la ayuda de este conocería la identidad del
visitante. Empero, cuando Hui Ying volvía abrazando el pesado tomo con exultación, el pájaro emprendió el vuelo para irse a posar en la rama de un roble cercano. Acodada sobre el reborde con ayuda de un banco y empeñando toda su atención en la empresa de atisbarlo, la niña cayó en la cuenta de la aproximación de dos hombres enfundados en negro que, avanzando entre los árboles del majestuoso jardín, le huían a la luna con sigilo. Lo que Hui Ying menos deseaba era ser sorprendida despierta a mitad de la noche; desistió de sus intenciones, abandonó el libro de aves y se dispuso a la reconquista del sueño. Fue entonces cuando se vio atrapada en una pesadilla: desde su lecho vio entrar a una niña de su estatura, vestida con sus mismas ropas de cama, pero con los pies llenos de barro y las manos signadas por una mixtura de sangre y tierra. Quien entraba a su aposento era ella misma, agitada, como si acabase de dar una larga carrera. Hui Ying
pudo sentir cómo la intrusa comenzó a clavarle una mirada de alcayatas para luego, en el arrebato de una ira traducida en lágrimas y un rostro mohíno, a empujarla hacia fuera de su propio lecho, con violencia y arbitrariedad. Hui Ying ardía en la necesidad de gritar, de pedir auxilio; lo deseaba con fervor, pero estaba vuelta un tronco, un yunque anclado. Cuando la otra Hui Ying recobró el sosiego por la consecuencia lógica que releva a toda fatiga, esta se aproximó a su cuerpo agarrotado para musitarle al oído:
-Hoy ha muerto mi padre. Sabías que eso ocurriría. En tus manos estuvo evitarlo y has elegido, en cambio, el silencio.
Luego, se recostó sobre la mitad del lecho que había logrado despejar y besó sus labios de hielo. Ambas recobraron el sueño, olvidando cualquier dejo de zozobra, como en un convenio que toma validez solo a partir de la restauración del mutismo.
Cuando el sol incendió la atmósfera, el pueblo despertó con la trágica nueva del asesinato del Emperador a manos de dos sicarios. Los asesinos habían sido cogidos en su escapada y serían inmolados en público al atardecer, como marcaba la costumbre. Una vez confesaron sus métodos bajo la tortura de uno de los capitanes, el roble fue arrancado de raíz. Sin embargo, jamás se encontró la cabeza del Emperador.
Horas más tarde, en medio de la batahola que tomaba por sustancia el desconcierto y la incertidumbre del Imperio, alguien reparó en la ausencia de la única hija del Emperador. Su nombre estaba compuesto por el hermoso carácter Hui de brillantez, de trazos simétricos, y por el complejo y poco armonioso carácter Ying, de inteligencia. En el Imperio fue conocida la habilidad profética de Hui Ying desde su niñez, cuando, a manera de un presagio de esos que más valdría soterrar sin miramientos de especie alguna, soñó con la muerte de su padre el mismo día que esta tuvo lugar, para después, motivada por la demencia del augurio, desenterrar su cabeza y huir con ella, sin rumbo, durante días enteros.

Tryno Maldonado (México)
Breve reseña sobre su obra
Escritor y editor mexicano nacido en Zacatecas en 1977, ha trabajado para las revistas Letras Libres, Nexos, Complot, Switch, Cine Premiere y La Tempestad. Desde 2007 trabaja como editor de Editorial Almadía. Coordinó y editó la antología Grandes hits, vol. 1. Nueva generación de narradores mexicanos (2008) y fue escritor residente de la Universidad de Alcalá de Henares en 2009.
De su autoría, ha publicado el volumen de relatos Temas y variaciones (2002) y las novelas Viena roja (2005) y Temporada de caza para el león negro (2009, Finalista del Premio Herralde 2008).

Variaciones sobre temas de Murakami y Tsao Hsueh-Kin pertenece a Temas y variaciones, publicado por editorial Finisterre